Jorge Luis Borges es toda una institución de la literatura hispanoamericana. Amaba como escribía, con un impulsivo sentimiento de generosidad, aunque con la idea siempre presente de que la creación literaria es algo profundamente impersonal, por ser cada escritor un mero arquetipo de todos los escritores, abjurando de la originalidad.
Como homenaje póstumo al autor, trataremos, a continuación, de destripar su vida, un laberíntico mundo de espejos, paradojas y, en ocasiones, oscuridad.
¿Quién es Borges?
«Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón», enunciaba Borges en Fragmentos de un Evangelio apócrifo, en su libro Elogio de la sombra, una obra monumental compuesta por 31 poemas y algunos textos cortos que invitan al lector a reflexionar sobre diversos temas tocantes a la realidad humana. Aquí nos habla del perdón y la redención, con una lucidez pasmosa, invitándonos a reflexionar sobre la fragilidad humana y sus bajas pasiones.
El escritor argentino es considerado una figura totémica de la literatura hispanoamericana del siglo XX, llegando a cultivar multitud de géneros, que a menudo fusionaba a placer en un ejercicio de estilo impecable. Los relatos breves son quizá los más conocidos de su repertorio.
Asomarse a la obra de Borges es un ejercicio tan titánico como placentero. Es adentrarse en un laberinto plagado de referencias; en un mundo narrativo insondable, respaldado solo por su gigantesca biblioteca, en la que demostraba santa devoción por autores como Dante Alighieri.
Escritor obsesivo y reiterativo, plasmó en muchos de sus escritos paradojas matemáticas que lo descubrieron como un erudito, pues se había aventurado a estudiar matemáticas de la mano del logicista Bertrand Russell. La teoría de los conjuntos, la geometría, el espacio y las constantes alegorías al universo o al tiempo, sin perder de vista el mundo clásico, lograron cautivar a los lectores.
Esta desbordante imaginación en sus ficciones le valió la alabanza de la crítica y el público, pero sus inclinaciones políticas le cerraron la puerta al más que merecido Nobel de Literatura. Ficciones (1944) y El Aleph (1949) constituyen la colección de relatos con mayor proyección de toda su carrera, y fueron los responsables de su indiscutible éxito literario.
Infancia
Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires, Argentina, en 1899, en el seno de una familia de próceres que trabajaron incansablemente en la independencia del país. Su padre, Jorge Borges Haslam, trabajaba como profesor de psicología e inglés, rompiendo con la tónica habitual en la familia, donde había destacables militares. Contrajo matrimonio con la dulce Leonor Acevedo Suárez, abandonando la casa de los abuelos tras el nacimiento de su hijo, con la idea trasladarse al barrio de Palermo, donde el futuro genio pasaría los días jugando junto a su querida hermana Norah.
En una preciosa casa ajardinada, Borges aprendería a leer gracias a su abuela Fanny Haslam, a la que luego recordaría idílicamente en tantos poemas, añorando una infancia feliz.
Apenas tenía 6 años, cuando su osadía, le llevó a confesar a sus padres que había tomado la firme determinación de convertirse en escritor, motivado, según cuentan, por El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Así, en 1907 escribiría su primera fábula; La visera fatal. Con tan solo 10 años, se atrevió a traducir El príncipe feliz, de Oscar Wilde.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, siete años después, la familia comenzó a errar por los países europeos que pronto se convertirían en un polvorín, acuciada por la comprometida salud del padre que, ciego y desahuciado, había tenido que renunciar a su trabajo en Buenos Aires. Finalmente, deciden instalarse en Ginebra, Suiza, un país que históricamente ha adoptado la neutralidad ante los conflictos armados de su entorno.
Allí Borges se fraguaría como prometedor escritor, leyendo y releyendo a los grandes clásicos como Víctor Hugo o Voltaire, para más tarde dar el paso a los simbolistas y crípticos franceses Rimbaud, Verlaine, Baudelaire y Mallarme; hombres atormentados pero de extraordinario talento. Al mismo tiempo, se dejó seducir por el discreto encanto del expresionismo alemán, lo que le empujó a aprender el idioma a través de la compleja novela de Gustav Meyrink, El golem.
En el año 1919, la familia se traslada a España, primero estableciendo su residencia en Barcelona, y luego en Mallorca. Realizó continuos viajes a Madrid, donde conocería a ilustres contemporáneos, entablando una fuerte y eterna amistad con el traductor español Rafael Cansinos Assens. Valle – Inclán, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna o Gerardo Diego, figuraban también en su agenda de contactos. Borges dejó un poso imborrable en España, ya que se encargó de dar pábulo a los expresionistas alemanes.
El joven escritor
A su regreso a Buenos Aires, en 1921, fundó Prismas, una revista hecha por jóvenes literatos, y poco después vendría Proa, en la que firmaría un alegato ultraísta, que derrumbó los encorsetados cánones del modernismo y novecentismo, modelos que habían dominado la poesía en nuestra lengua desde el siglo XIX.
Tras su segundo viaje a Europa, editaría el que se considera el primer libro de su extensa bibliografía, Fervor de Buenos Aires (1923), al que le seguirían otras publicaciones de calado como Luna de enfrente (1925). Durante los años 30, la fama de Borges subió como la espuma, auspiciada en parte por su estrecha amistad con las hermanas Ocampo, que le abrieron las puertas de la élite intelectual argentina, aunque su fama no trasgrediría hasta muchos años después.
Entretanto, dedicaba sus días tanto a la crítica literaria como a la traducción, de la que son objeto Henri Michaux, Virginia Woolf e incluso el irreverente William Faulkner. Funda de manera paralela, en una estrecha colaboración con Victoria Ocampo, la revista Sur, donde las mejores plumas argentinas acabarían estampando su firma.
El infortunio se cebó con él allá por 1938, con la repentina muerte de su padre, sufriendo además un terrible accidente, instigado por su incipiente ceguera. Este suceso traumático lo obliga a contar de ahora en adelante, con la ayuda de su madre y amigos, a los que usa como escribas.
Dos años más tarde, asiste en calidad de testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Cesares, mismo año en el que publicaría Antología de la literatura fantástica, un compendio de los mejores relatos fantásticos a cargo de los tres reputados escritores: Borges, Bioy y Ocampo.
Peronismo
En su temprana adolescencia, Borges redactaría unos versos, jamás publicados, que recibieron el nombre de Salmos rojos, una loa a la revolución soviética. Sin embargo, la filiación política del autor fue virando con el paso de los años.
1945 es un año convulso en Argentina, instaurándose el peronismo, del que Borges y su familia son férreos detractores. Su madre y hermana Noah son detenidas por ciertas declaraciones en contra del nuevo régimen, relevando a Borges de su puesto como bibliotecario y destinándolo a un oficio detestable, como inspector de aves y conejos en los mercados de la localidad. Habida cuenta de su sensibilidad, y la afrenta que suponía tal designación, decide renunciar a este cargo y reconvertirse en conferenciante.
La Sociedad Argentina de Escritores lo nombró presidente en 1950, aunque esta asociación estuvo siempre bajo sospecha por no comulgar con las ideas peronistas. Esto no le impide alumbrar la que sería su obra magna, el internacional El Aleph, publicado en 1949. Aun así, ante la creciente popularidad del escritor, el gobierno de Juan Domingo Perón, no tiene más remedio que colocarlo en un puesto de responsabilidad como director de la Biblioteca Nacional, ingresando asimismo en la Academia Argentina de las Letras.
Pronto se sucedieron los reconocimientos: Premio Internacional de Literatura Formentor, Premio Nacional de Literatura y Doctor honoris causa por la Universidad de Cuyo, entre otros.
Se casaría en 1967 con Elsa Astete Millán, una compañera de juventud con la que mantuvo un noviazgo que pasó inadvertido para todos, mostrándose en todo momento muy celoso de su intimidad. El matrimonio no duró mucho, y tres años después convendrían la separación.
El peronismo revalida su mandato en 1976, lo que le otorga una fuerza descomunal para hacer y deshacer a su antojo, fulminando a todos los opositores, entre ellos, Borges, que tiene que abandonar forzosamente su cargo como director de la Biblioteca Nacional, excluyéndolo de facto de la esfera cultural del país. No duraría mucho la algarabía peronista, alzándose Videla en el poder dos años después, un déspota comparable a su antecesor. Extrañamente, este cambio de tercio suscitó en Borges una satisfacción que posteriormente tornaría en decepción y vergüenza, a tenor de las extrañas desapariciones de algunos amigos suyos.
Ese mismo año, y acompañado de su amigo Ernesto Sabato, se entrevistaría personalmente con el dictador, para preguntar sobre el paradero de sus amigos. La cerrazón inicial de Borges le costaría su prestigio internacional, cerrándole las puertas del Nobel de Literatura. Regresó a Suiza en 1986, aquejado de un enfisema pulmonar que acabaría con su vida tres meses después. Moría el maestro.