Nueva York, la ciudad de la luz, en ocasiones nombrada «La Gran Manzana», un apodo que acuñaría el célebre cronista deportivo John J. Fitz Gerald, periodista deportivo en la redacción del New York Morning Telegraph. La ciudad que nunca duerme; bulliciosa, efervescente, maravillosa e inabarcable. Todos hemos transitado alguna vez por sus inmensas avenidas, visto alguna obra teatral en Broadway, o vibrado al ritmo del jazz en algunos de sus famosos clubs, ya sea in situ o a través del cine.
La ciudad de Nueva York es la más poblada del estado homónimo, y una de las más pobladas del mundo, con casi nueve millones de habitantes, cifra que se eleva sobre los 23 millones cuando nos referimos a su área metropolitana, que comprende al mismo tiempo el Norte de Nueva Jersey y Long Island. Fundada por inmigrantes, ha sido históricamente un crisol de culturas, logrando una integración sociocultural sin precedentes, reconciliando a todas las nacionalidades bajo el mismo sentimiento de pertenencia a los Estados Unidos.
Indice
Historia
Antes de la metrópolis
Aunque cueste imaginársela sin sus rascacielos, Nueva York no siempre fue un área cimentada de hormigón. Los hallazgos resultantes de las prospecciones arqueológicas nos invitan a pensar que los primeros yacimientos humanos se establecieron hace 9000 años. Sin embargo, todo parece indicar que, debido al clima cálido de la región, muchas especies autóctonas de grandes mamíferos desaparecieron, empujando a sus pobladores a buscar refugio en otro lugar donde los recursos no escasearan.
Quedaría baldía durante siglos, hasta que una segunda oleada de inmigrantes, instalada hace unos 3000 años, levantaría incontables campamentos, sobre todo en la zona que hoy comprende la ciudad de Nueva York. Posiblemente, desde entonces y hasta ahora, siempre haya tenido presencia de seres humanos. Cuando los holandeses arribaron en sus costas, especialmente la franja sur, estaba habitada por una de las 564 naciones indígenas norteamericanas, a las que se suelen referir como amerindios, más concretamente, los lenape.
El descubrimiento europeo se proclamó en 1524, en nombre de Giovanni da Verrazzano, un intrépido navegante italiano al servicio de Francisco I de Francia. Casi 100 años después, en 1614, caería en manos de los holandeses, que adquirieron la isla de Manhattan en 1626 por la astronómica cifra de $24 dólares, en el que se considera uno de los negocios más redondos de la historia, siendo Peter Minuit, el director general de la colonia neerlandesa, el artífice de la operación.
El lugar pasaría a conocerse como Nieuw Ámsterdam, en una explícita alusión a la capital holandesa. Allí instalaron una fecunda industria peletera que prosperó hasta nuestros días, la misma que en estos momentos se tambalea ante el veto inminente a la venta de pieles. En el transcurso de estos años, los holandeses e ingleses organizaron el exterminio de los lenape, y para el 1700, cuando los ingleses se habían hecho con el control de la ciudad bautizada como Nueva York, apenas contaban con un censo de 200 indígenas.
Bajo el dominio británico, se convertiría en una ciudad portuaria de referencia, a la que además dotaron de un cetro de estudios superiores, la Universidad de Columbia, actualmente una de las más prestigiosas y selectas. Entre 1775 y 1781, Nueva York se convirtió en el escenario de algunas de las batallas más importantes de la Guerra de Independencia, en la Campaña de Nueva York y Nueva Jersey. Finalizada la contienda, se reunió el Congreso Continental y George Washington la nombró capital de los Estados Unidos.
Llegada de inmigrantes
El siglo XIX daría el pistoletazo de salida a la transformación y esplendor de la ciudad. En 1811, un plan urbanístico denominado Plan de los Comisarios de 1811, reconocido como el documento de desarrollo más importante de la ciudad, cambiaría drásticamente la configuración de su callejero. Antes de 1800 la ciudad había crecido de manera orgánica, sin ningún orden ni planificación, encontrando caminos, calles y senderos que confluían de manera azarosa y en ocasiones caótica.
Las nuevas legislaciones sobre el paisaje que, entre otras cosas, exigían la aprobación previa de las nuevas calles por parte de la autoridad competente, sumadas a la apertura del canal de Erie que conectaba el puerto atlántico con los mercados agrícolas del interior, dibujaban un nuevo paisaje que catapultó la ciudad convirtiéndola en la más habitada de Norteamérica. De la política local se encargaba la maquinaria política del Partido Demócrata, el Tammany Hall, apoyado condicionalmente por los inmigrantes irlandeses.
Tras una serie de protestas y actos violentos motivados por la guerra civil estadounidense, propiciada por las desavenencias lógicas de un legado esclavista, en 1898 culminaría el proyecto de ciudad moderna soñada con el hermanamiento de Manhattan y Brooklyn, unidas por una línea de metro inaugurada en 1904. A medias del siglo XX, la ciudad estaba considerada como el centro neurálgico del mundo en lo que a industria, comercio y comunicaciones se refiere.
En el curso del siglo XX, Nueva York comenzó a recibir un goteo incesante de inmigrantes provenientes de África, metamorfoseándose en la mayor diáspora urbana africana del continente. Incluso con la prohibición vigente, logró florecer el renacimiento de Harlem, que rescataba la música, danza, moda, literatura y arte de la comunidad afroamericana. De manera paralela, los rascacielos brotaban del suelo sin cesar, revolucionando el panorama urbano que parecía anquilosado desde hace más de 100 años.
El crack del 29, o Gran Depresión, abrió las puertas de la alcaldía a Fiorello LaGuardia, que impulsó la caída del Tammany Hall, después de más de 80 años ostentando el poder en la ciudad. Con la llegada de la inmigración europea, y finalizada la segunda Guerra Mundial, Nueva York, encarnada en Wall Street, alardeaba de un portentoso músculo financiero, encabezando el ascenso de Estados Unidos como la primera potencial mundial. El del 11 de septiembre de 2001, el corazón de la ciudad era objetivo de un ataque terrorista como nunca antes habíamos sido testigos, cambiando nuestro mundo y el orden geopolítico para siempre.
Urbanismo
Nueva York es mundialmente conocida por los rascacielos, albergando un total de 883 de edificios que podrían considerarse como tal. Efectivamente, como estarás suponiendo, se trata de una de las mayores concentraciones el mundo. Su particular geografía, rodeada mayormente de agua, unida a su alta densidad poblacional, y por ende, los elevados costes de adquisición de vivienda, precipitaron la construcción de infinidad de oficinas y torres residenciales.
De carácter decididamente cosmopolita, Nueva York hace gala de un amplio abanico de estilos arquitectónicos. Así pues, encontramos edificios neogóticos, como el Woolworth, inaugurado en 1913. La planificación urbanística, lejos de detenerse con el Plan de los Comisarios de 1811, siguió creciendo, y 1916, luego de una resolución municipal, se hizo obligatoria la separación entre edificios con respecto a la línea de la calle, permitiendo así que la luz solar penetrara en ellas, siendo el art decó uno de sus exponentes.
Los extensos distritos residenciales de la ciudad de Nueva York se caracterizan por fastuosas terrazas y petit hôtels, una clase de residencia urbana que gozó de popularidad entre la burguesía en la época de expansión, fácilmente reconocibles por su revestimiento a base de piedra arenisca marrón. El ladrillo y la piedra constituyeron la materia prima principal para la obra pública, renunciando a la madera con motivo del gran incendio de 1835, en el que la Bolsa de Nueva York acabó siendo pasto de las llamas.
Pese a que podamos imaginar Nueva York como una inmensa urbe, inmersa en el caos vial y el ajetreo mundano de los trajes y los maletines, está provista de una amplia superficie de zonas verdes que cubren una extensión de 113 km². Central Park, con 3,41 km² es, por un holgado margen, el más visitado de la ciudad, acogiendo flora, fauna, monumentos y diferentes actividades deportivas.
Economía
Wall Street y el sector privado
Nueva York, alineada con Londres, Tokio y París, presume de ser el principal enlace global para los negocios y el comercio internacional. Esta prosperidad es consecuencia directa de la ubicación escogida por centros financieros, aseguradoras, medios de comunicación, y demás conglomerados empresariales estadounidenses que tiene su sede en la ciudad. Su área metropolitana aglutina 952,6 millones de PIB, considerándose la economía regional más potente del país.
Desempeña un papel fundamental en la industria financiera de Estados Unidos, como sede de Wall Street. Es un importante motor económico, que emplea al menos al 5% de los empleados del sector privado, representando el 22% del salario total de la ciudad. Curiosamente, el pasado colonialista de la ciudad queda patente en su nombre, ya que Wall Street se conocía originalmente como Waalstraat, en holandés. La bolsa de valores más grande el mundo atrae anualmente a miles de turistas buscando una foto con el toro de bronce.
Servicios públicos
Tendemos a creer que Estados Unidos carece de servicios públicos, pero nada más lejos de la realidad. El Departamento de Educación de la Ciudad de Nueva York, al que se han transferido las competencias de las escuelas públicas, es el más grande de Estados Unidos. Alrededor de 1,1 millones de estudiantes se dispersan por sus más de 1200 escuelas públicas, tanto de secundaria, como de primaria. Por otro lado, existen 900 instituciones privadas, laicas y religiosas, algunas de ellas con prestigio mundialmente reconocido.
HHC, abreviatura de Corporación de Salud y Hospitales de la Ciudad de Nueva York, una corporación que gestiona anualmente $ 6.7 mil millones, es la encargada de prestar servicios sanitarios a más de 1,4 millones de pacientes. La infraestructura hospitalaria no es precisamente pequeña, contando además con uno de los hospitales más conocidos y antiguos de los Estados Unidos, el HHC Bellevue Hospital, al cual acuden para recibir tratamiento los presidentes y líderes mundiales cuando enferman en su viaje a Nueva York.
El transporte público no es menos eficiente, pues se encarga de los desplazamientos de buena parte de la población activa neoyorquina. En el país del vehículo privado, más de la mitad de los ciudadanos de Nueva York, no disponen de automóvil, cifra aún más llamativa en Manhattan, donde esta población alcanza el 75 %. La red de línea de metro de Nueva York es la más larga del mundo, con un total de 1062 kilómetros, repartidos entre 468 estaciones activas.
Cultura popular
Nueva York es el epicentro de vanguardistas movimientos culturales, capaces de extender sus tentáculos por todo el mundo. Después de Hollywood, es el segundo centro cinematográfico de Estados Unidos, hecho originado por la preciosa estampa que regala la Gran Manzana, con los rascacielos de fondo y un montón de barrios singulares a sus pies. Podríamos citar cientos de películas, pero destacaremos Gangs of New York, de Martin Scorsese y El Apartamento, de Billy Wilder.
De sobra conocida es la estrecha relación que tiene la ciudad con la industria musical, siendo cuna de algunos artistas de talla internacional. Esto es debido a esa atmósfera centelleante, en la que sus barrios y gentes confluyen en una algarabía multiétnica. La ciudad se convertiría en el escaparate del mundo en el que todos queríamos vernos reflejados, a raíz de la versión de “New York, NewYork”, interpretada por Frank Sinatra.
Muchos se sentirán profundamente identificados con la ciudad gracias a sus series. Las sitcom, en nuestra lengua comedias de situación, transcurren habitualmente en la ciudad de Nueva York, reflejando a la perfección el modus vivendi de sus gentes. Friends, Glee, Seinfeld, u otras series policiales, como CSI: Nueva York o Castle, son solo algunos ejemplos. No podemos concluir, sin hacer mención a Federico García Lorca, que durante su estancia en la universidad de Columbia, escribiría un poemario titulado Poeta en Nueva York.