¿Qué es el modernismo?
Al modernismo podemos definirlo como una crisis de crecimiento en el organismo de la Iglesia Católica. En los años entre ‘800 y’ 900, muchos sintieron la necesidad urgente de superar la grave fractura que gradualmente se había creado entre el pensamiento católico y la cultura moderna.
Era una grieta que se refería a múltiples áreas: filosofía, religión, ciencia, políticas… Y eso parecía hacer que la fe cristiana ya no se contagiara al mundo moderno.
Muchos intelectuales católicos se sintieron llamados a una obra de reconciliación entre las conquistas de la modernidad y la tradición católica. Como resultado, se pusieron a trabajar.
Como desafortunadamente sucede a menudo en situaciones similares, los intentos de estos eruditos no siempre tuvieron resultados satisfactorios para la fe católica.
El esfuerzo por dialogar con la nueva sensibilidad filosófica y científica de la era moderna, al introducir sus innovaciones en la fe cristiana, llegó a comprometer la identidad de la fe en cierta medida.
¿Cuáles son las características del modernismo?
Ubicuidad. Se refiere a la extensión del modernismo. En el pasado, la Iglesia siempre condenó las herejías y las doctrinas eretónicas y aprovechó esta oportunidad para formular sus doctrinas de manera profunda y más clara. Como resultado, la rama podrida de la Iglesia, la rama hereje, ha sido cortada del tronco sano; y el tronco sano, nutrido por una nueva influencia de la luz de la verdad, podría aún florecer más gloriosamente.
El modernismo dentro de la Iglesia es difícil de combatir por varias razones:
- Difícil de discernir porque es omnipresente: Jacques Maritain habla de la «apostasía inmanente». Esto significa que se ha convertido en parte de la propia fábrica de la Iglesia o, en otra imagen, se ha vuelto demasiado grande para ser visto.
- Difícil de entender, ya que es típicamente oscuro.
Difícil de evaluar porque, para ser evaluado, requiere conocimiento teológico, que ya no se enseña en seminarios o parroquias o no se enseña exclusivamente.- Difícil de aceptar, porque requiere honestidad intelectual y coraje, para enfrentar la devastación doctrinal de la Iglesia hoy.
Durante cincuenta años, sin embargo, estas doctrinas ya no se condenan o, si lo son, son raramente, en un desmayo y sin sanciones. Como resultado, casi todo el árbol de la Iglesia ha estado infestado de errores.
