La palabra alimentos transgénicos suele causar cierto recelo, por lo que los legisladores, muy hábilmente, han redactado una normativa que, si bien obliga a informar a los consumidores sobre los alimentos que contienen organismos modificados genéticamente, relega este detalle del etiquetado a un plano minúsculo del envase. Al igual que la información es un instrumento poderoso, la desinformación, puede ser, en la misma medida, un arma de destrucción masiva. Abordaremos este tema, por tanto, desde un prisma científico.
¿Qué son los transgénicos?¿Por qué y para qué surgieron? ¿Existen conflictos de intereses que es preciso conocer de antemano antes de consultar la literatura científica? ¿Son potencialmente peligroso o existen motivos para sospechar de ellos? ¿Cuál es la disposición que han tomado los países ante la irrupción de estos alimentos? La pregunta a esta y otras respuestas, a continuación.
Indice
Consideraciones generales
Antes de nada, es necesario que tengamos claro qué son los alimentos transgénicos. En resumidas cuentas, son aquellos productos, ya sea de origen animal o vegetal —aunque principalmente nos centraremos en estos últimos— que han sido producidos sobre la base de un organismo modificado, es decir, por medio de ingeniería genética, incorporando genes prestados de otros organismos. Es más frecuente en plantas, porque involucran menos riesgos y dilemas éticos, siendo el cultivo de maíz transgénico y la soja transgénica los más habituales.
Los primeros cultivos transgénicos aprobados para consumo aparecieron en Estados Unidos, en el año 1994. Concretamente, un tomate de tipo Flavr Savr al que se le introdujo un código genético que postergaba su maduración, dilatando el tiempo que tardaba en aparecer la podredumbre. Sin embargo, tan solo dos años más tarde, este sería retirado del mercado a causa de ciertos defectos organolépticos, como la piel blanda y un sabor no reconocible.
En 1995 se creó y aprobó el primer maíz transgénico, de la mano de la empresa Starlink. Este maíz fue modificado con la idea de hacerlo resistente a plagas, para lo que se le inocularon bacilos de Bacillus thuringiensis, una bacteria capaz de sintetizar un compuesto tóxico para plagas. Finalmente, en 1999, se retiró la licencia de comercialización a Starlink, y se limitó su uso al forraje para ganado.
Se puede observar que la historia de los transgénicos comenzó de manera un tanto accidentada. Asimismo, las técnicas actuales permiten prácticamente cualquier tipo de modificación imaginable; desde la inclusión de genes de otras especies, hasta el corte, la eliminación o silenciamiento de una secuencia, dando lugar a productos a priori indistinguibles de uno normal. A pesar de que cualquier planta puede ser objeto de modificación genética, los cultivos de mayor consumo, por motivos obvios, son los más usuales.
El uso de OMG (organismos modificados genéticamente) causa preocupación en unos, y alienta a otros. Los hechos han demostrado que los beneficios de los OMG superan con creces a los riesgos potenciales, pues no solamente han logrado bajar el precio de los alimentos, sino que se ha disminuido en la misma proporción la utilización de pesticidas, incrementando las producciones entre un 20% y 30%. Aunque no a todos les gustará esta declaración, a la luz de los últimos avances, podemos afirmar, sin titubear, que el futuro será transgénico.
Técnica no tan moderna
Las voces críticas suelen tachar los transgénicos de alimentos antinatura, pero nada más lejos de la realidad. Los seres humanos llevamos alterando las especies vegetales desde hace miles de años, tantos como han hecho falta para aprender a domesticar los cultivos. Sin ir más lejos, el trigo es una invención cien por cien humana. Es más, sus semillas serían incapaces de prosperar por sí mismas en la naturaleza, ya que carecen de medios de dispersión.
Si queremos ir aún más lejos, durante décadas se han llevado a cabo técnicas de mutagénesis para retocar el ADN vegetal mediante productos químicos y radiación. Gracias a ellas hemos creado variedades de cacahuetes, trigo o arroz, sin que nunca hayan levantado ninguna sospecha ni comprometido la salud de los consumidores.
La diferencia principal entre la transgénesis y los procedimientos de cruce tradicionales, es que estos últimos alteran o intercambian un amplio espectro de genes, disparando a discreción, mientras la transgénesis es capaz de seleccionar e insertar un único gen, precisión que reduce drásticamente la ventana de incertidumbre.
Los biólogos moleculares parecen coincidir en que es harto improbable que una planta modificada genéticamente cause un perjuicio en la salud humana, y aunque así fuera, sería identificada rápidamente, eliminándose de un plumazo; se conoce con suma exactitud la actividad de cada gen, mostrando los cambios que se producen y los que no.
Pros de los alimentos transgénicos
El derecho a la alimentación es innegociable, representando un problema en la mayor parte de África. Todo parece indicar que la catástrofe malthusiana es plausible, habiendo una tasa de crecimiento de la población mundial considerablemente mayor a la de la cosecha de alimentos.
La actividad agrícola se enfrenta a un reto sin precedentes: la de alimentar a más de 8000 millones de personas, contraponiéndose a los limitados recursos hídricos y la merma de nutrientes en los suelos. Ante esta hecatombe, tan solo queda reaccionar y apelar a la innovación.
Los países africanos se mostraron escépticos y reticentes en un principio. A pesar de ello, y desde el año 2016, esta oposición ha ido virando poco a poco hacia la transigencia, eso sí, con algunas reservas. África debe enfrentar diversos retos, especialmente el que tiene que ver con el desarrollo de plantas sometidas a estrés hídrico.
El maíz WEMA, una iniciativa internacional para abastecer de este cereal a las áridas tierras de Tanzania y otros países, protege también de los barrenadores del tallo.
Nutricionalmente potenciados
Los transgénicos, no solamente se configuran como un recurso desesperado para paliar el hambre en el mundo, sino que, además, pueden servir para mejorar el valor nutricional de los alimentos. ¿Fascinante, verdad?
En principio, fueron concebidos bajo dos rasgos: la resistencia a plagas y la alta tolerancia a herbicidas. La última generación de transgénicos busca ir más allá, sumando un valor añadido al producto, más allá de lo meramente económico. Dosis extra de vitaminas, ácido fólico y hierro, lo que hace a los alimentos mucho más atractivos a ojos de un occidental, pero las ventajas no se detienen aquí. Por ejemplo, el déficit de betacaroteno, un precursor de la vitamina A, es causa frecuente de ceguera infantil en el continente africano. Biólogos del Instituto Federal Suizo de Tecnología y de la Universidad de Friburgo, crearon un arroz transgénico denominado arroz dorado, capaz de desarrollar betacarotenos. Por otro lado, la Universidad Tecnológica de Queensland, en Australia, hizo lo mismo con las bananas.
Transporte y almacenamiento
La cadena productiva de los alimentos está compuesta por muchos agentes, iniciándose en los productores y terminando en los consumidores. Todos podemos beneficiarnos de manera directa o tangencial de estos avances, incluso los distribuidores, que ahora disponen de más tiempo para almacenar los alimentos sin alterar sus cualidades.
En los países donde existe una nutrida y eficiente red de transporte, los alimentos pueden ser recolectados y puestos en los lineales de los supermercados en cuestión de horas, algo que por desgracia no ocurre en todos los rincones del planeta.
Los alimentos de origen vegetal frescos, tienen una fecha de vencimiento media de 4 o 5 días, de manera que los transgénicos se revelan como una solución para atajar este problema.
Plagas e insecticidas
Históricamente, las plagas y la exclusión competitiva han constituido uno de los grandes terrores de la humanidad. A lo largo de miles de años, el ser humano ha estado a merced de la divina providencia: de la lluvia y las plagas. El hecho de que apareciera un brote de oídio en la plantación de trigo, suponía en muchos casos un mal augurio que cristalizaría en hambruna.
En los años 90 se crearon los primeros cultivos resistentes a herbicidas, permitiendo a los agricultores el uso de un solo herbicida para acabar con las malas hierbas, generalmente el glifosato. Este se aplica indiscriminadamente por todo el terreno, erradicando la maleza sin afectar al cultivo. Aun así, como veremos más adelante, algunas malas hierbas parecen haber desarrollado resistencia al glifosato, aunque en honor a la verdad, esto no es un problema exclusivo de los transgénicos.
En la misma línea, otra de sus grandes virtudes, tiene que ver con la resistencia a plagas. Los cultivos Bt, a los que hacíamos mención al principio, basan su efectividad en la bacteria Bacillus thuringiensis, que coloniza el suelo de unas proteínas insecticidas conocidas como toxinas Bt, matando las larvas de algunos insectos.
Productividad
No menos importante es lo relacionado con la productividad. Muchísimas publicaciones de economistas agrícolas señalan que los cultivos transgénicos aumentarían en promedio el rendimiento del suelo en un 22%, incrementando de este modo las ganancias de los agricultores hasta en un 68%, siendo estos márgenes aún mayores en los países en vías de desarrollo.
Concretamente, el maíz transgénico, es capaz de aumentar en un 33% la productividad de los agricultores, como fruto de todas las ventajas ya enumeradas.
Capacidad adaptativa
El cambio climático es un problema urgente, que requiere de soluciones en muchos ámbitos. Uno de los grandes perjudicados es sin duda el suelo, que año tras año, va viendo como sus recursos se agotan inexorablemente. Frenar las sequías, deforestación o degradación del suelo, es una tarea mucho más compleja de abordar que la selección genética.
La biotecnología permite diseñar cultivos resistentes a sequías, con menos necesidades nutricionales, y menos sensibles a la variabilidad climática. Estas técnicas, combinadas con los cultivos hidropónicos, prometen ser la salvación del futuro.
Vigor y precio
Como resultado de todo esto, se obtienen frutos de mayor tamaño y con un crecimiento más rápido, lo que redunda en una mayor rentabilidad y un menor precio, beneficiando al bolsillo del consumidor.
Algunos estudios afirman que los alimentos libres de transgénicos pueden llegar a costar un 62% más, con el consecuente impacto socioeconómico.
Contras de los alimentos transgénicos
Resistencia a antibióticos
Los antibióticos son el tipo de fármaco que más vidas ha salvado. ¿Quién no se ha sometido alguna vez en su vida a un tratamiento con antibióticos? Incluso es probable que más de uno de nuestros lectores haya salvado la vida gracias a ellos.
Hay quienes consideran que los cultivos transgénicos están poniendo en riesgo la efectividad de los antibióticos, por una cuestión de presión ecológica sobre el ecosistema bacteriano. En síntesis, se produce una desaparición total de los gérmenes sensibles y aumenta la reproducción de los que pueden llegar a sobrevivir en su presencia. Esta selección da lugar a la aparición de infecciones que ponen en grave riesgo la salud de las personas, puesto que no reaccionan a los antibióticos (klebsiellas, stafilococos, enterococos, acynetobacter, pseudomonas, entre otras).
Como ya anticipábamos, la Industria biotecnológica es capaz de producir semillas con un gen de resistencia al glifosato, o un gen de producción de toxinas para la eliminación de plagas. Para testear la efectividad de estas modificaciones, injertan genes marcadores, normalmente, genes bacterianos con resistencia a antibióticos que podrían encontrar oportunidad de transferencia en algún momento.
Hibridaciones silvestres
Otro de los aspectos más peliagudos de los transgénicos es el tema de las hibridaciones silvestres. Numerosos críticos ambientalistas han revisado las consecuencias derivadas del problema de transferencia vertical de genes entre plantas. Es esperable que un cultivo transgénico acabe hibridándose con un pariente silvestre allá donde puedan coexistir, conduciendo a problemas ecológicos.
No obstante, que se dé un flujo génico, no siempre abre la puerta a un desequilibrio medioambiental, por lo que siempre se precisa de estudios pormenorizados acotados a un espacio y circunstancias concretas.
Conflictos de intereses
La ciencia es para muchos un dogma de fe, aunque si queremos prevenirnos contra el engaño, debemos andar con pies de plomo. Muchos de los estudios que avalan la seguridad de los transgénicos están financiados por grupos de presión de la industria biotecnológica, y al contrario, algunos de los que lo demonizan reciben donativos de asociaciones ecologistas de dudosa transparencia.
Antes de aventurarnos a discernir la verdad, resulta conveniente que nos informemos sobre los posibles conflictos de intereses de los responsables del estudio, y solo así seremos capaces de diferenciar la información veraz de la tendenciosa.